No lo supo aguantar. La "T" había incomodado al puntero Banfield y le ganaba con justicia al final del primer tiempo. Después se refugió en la ventaja y en su arquero, y eso resultó insuficiente.

Talleres no lo supo aguantar. Se recostó en la diferencia que había logrado en el primer tiempo con pizcas de buen juego y una generosa porción de determinación, le fue quitando intensidad a la disputa de los dominios (terreno y pelota) y terminó resignado a que Banfield lo dominara y le “cascoteara el rancho” hasta el final del encuentro.

Pablo Santillo lo salvó una y otra vez, al punto de convertirse en gran figura. Pero desde la primera intervención del arquero albiazul en el complemento (un remate forzado de Santiago Salcedo, al minuto de juego) quedó en evidencia que se iba a hacer muy cuesta arriba defender de ese modo el 2-1 parcial.

En el entretiempo, Matías Almeyda había hecho los retoques (el ligerito Prichoda por el irresoluto Cazares, para que Noir arrancara desde más atrás) para que el partido se jugara decididamente en campo local.

La “T” nunca encontraría el antídoto para contrarrestar la ambición banfileña, porque Bottino y Barrionuevo debían quedarse y ya no fueron tanto y porque Brítez Ojeda ya había “fundido bielas” más allá del aporte solidario de Agustín Díaz.

El Albiazul apenas lograba sacar la cabeza del agua para tomar un poco de oxígeno cerca de los dominios de Bologna –ya ni siquiera inquietaba con pelota quieta, como en el inicio–, pero Sialle insistió con la estrategia de poner mano a mano a uno de sus delanteros contra alguno de los tres defensores rivales.

Así habían hecho diferencia Sánchez Sotelo y Klusener en la primera etapa, cuando la pelota les llegaba con más asiduidad y redondita. Ninguno de los dos lograría repetir.

La sexta fue la vencida. A falta de mejores argumentos, Santillo se fue transformando en el sostén de aquella justa y merecida ventaja parcial. El “1” tuvo una media hora extraordinaria entre los 12 y los 42 minutos, lapso en que tapó cinco goles “hechos”, tres a Salcedo, uno a Noir y otro a Prichoda.

El ingreso de Carabajal no fue la solución imaginada, ni por lejos. El sustituto de Barrionuevo nunca encontró el lugar e la cancha desde donde hacer valer su gambeta y su velocidad, y la variante tuvo el costo adicional de dejar más espacios libres en el medio.

Navarro por uno de los puntas parecía el cambio cantado para aguantar, pero desde el palco que ocupaba el entrenador convaleciente llegó la orden para el DT alterno Héctor Chazarreta: “Tevez por Sánchez Sotelo”.

Ahí nomás llegó el gol de Bertolo y el 2-2 final. Klusener, en el único tiro al arco del complemento, estrelló la pelota contra un palo. Tarde se acordó la “T” de atacar en defensa propia.