Talleres, que venía de perder el clásico, tuvo una buena noche en la que no mereció perder. Disminuido y frente a un mal arbitraje de Pezzota, perdió 1-0 con Patronato.

Había que salir a meter el pecho. Había que hacer olvidar esa dura derrota ante Instituto. Esa vergüenza que se supone para algunos. Pero que se puede redimir. Pero Talleres, es ese Talleres de siempre que debe explicar no sólo con resultados sino también con rendimiento su paso por los torneos. Más allá de los gustos, había que salir adelante como fuera.

Y Sialle no demoró en hacer la lectura de lo que tenía que decidir. La T iba a Paraná con el cambio obligado de Agustín Díaz por Marcelo Vega (lesionado), pero el DT se animó a más. En la concentración se sentó a charlar con Gabriel Carabajal. ¿Qué le pasa al 10? La vida, es a veces todo de golpe.

Y al pibe un poco las situaciones se lo llevaron por delante. Pero el técnico, sin cansarse de renovarle la confianza lo sentó otra vez y lo habló. Una vez más. Y allá fue. Con Fredrich al banco. Con Gabi dentro del campo. Talleres se enchufó al buen juego. Con Carabajal por la izquierda y con un inspirado Díaz. Con Brítez Ojeda y Leyes conectados en el medio. Talleres no pasó sobresaltos y generó. Pero el día de la madre no tuvo todas las flores consigo. Gonzalo Klusener vio la tarjeta roja a hora temprana. Y eso cambió todo. Talleres padeció el juego en el fina del PT.

En esos últimos 10 minutos donde perdió el equipo sus estribos. Después del 1-0 el equipo se desdibujó un poco.

Y Santillo (que había fallado en el gol) tapó varias. Talleres necesitaba una luz en el camino. El equipo sentía que la tenía. Que podía hacerlo. Igual, hubo momentos en los que se encontró frente a un árbitro “localista”, fuera de ritmo, rechoncho hasta para correr y con fallos muy discutidos sobre la segunda mitad.

Casi la misma historia. Y volvió a hacerlo en el complemento. Puso, buscó e incluso fue mejor que el dueño de casa. Talleres propuso y el dueño de casa se paró como de contra, como para responder para ampliar. Pero resguardado. De a poco, la figura del árbitro fue ganando espacio en las críticas por los errores en sus fallos, por vérselo tan lejos de varias jugadas. Pero la T buscaba, tenía argumentos. Sialle se la jugó. Sacó un defensor (Chaves) y puso a un volante (Bottino). Puso a Tevez y al final a Salmerón. Esta claro que esa máxima del fútbol el amontonar delanteros no implica ser ofensivo. Pero desde el pensamiento así lo hizo saber la T. Así como sería discutible la expulsión a Klusener (en el nacimiento del encuentro) y que debió reacomodar al equipo, en el ST el juez Pezzota se comió un clarísimo penal a Juan Tevez que había reemplazado a Carabajal.

Contra todo eso a la T le quedaron minutos no para una hazaña, más bien para poner las cosas en su lugar. Se habían discutido dos fallos (dos goles anulados por posición prohibida) pero sí no resultó para nada discutible fue la infracción a Tevez en el área. La injusticia de ese perjuicio le terminó constando la derrota a la T.

Por eso se hizo cuesta arriba con un local abroquelado, esperando y con un Matador sin vergüenza. Peleando. Luchando. Batallando. Intentando. Como le saliera. No tuvo vergüenza en la derrota.

Talleres se fue con la frente en alto y con la bronca hacia el árbitro. A ese sí varios, desde los pasillos en la salida a la cancha le gritaron “sinvergüenza”. ¿Desmesurado? Más bien impotente, de haber hecho casi todo bien, con un premio demasiado injusto.

17 los puntos de la T. Ganó cuatro partidos, empató cinco y perdió cuatro. Marcó 15 goles y le hicieron 14. Está 10º en la tabla.