El volante Agustín Díaz, fundamental en el Talleres de Sialle: "Hay señales de este equipo que son distintas a los planteles anteriores y me está gustando"

Sale el chico, salta al campo. El Lute Oste es el DT del equipo que juega en la B Nacional en ese 2006 aún en el amanecer del ocaso deportivo. Serán dos años de penurias que terminarán depositando a la T en el Argentino A. Pero Agustín, el pibito de Villa Carlos Paz, que tiene desparpajo y unas ganas de comerse el mundo, mete un par de toques de esos que encienden al hincha. De allí en más, el chico terminará quedándose en el Titanic, aunque muchos salten lejos. Al torneo siguiente, una pelota envuelta en fuego cruza en diagonal desde el mediocampo. Recibe el 10 y le comen las gambas. Vuelve a recibir y la tira larga. La tocará de vez en cuando y volverá al vestuario con la frustración del enigma que el hincha de Talleres le plantea: “¿No despegás más, pibe?”. El DT Saporiti es el que lo manda a combatir en las primeras filas de esta batalla. Pero Agustín, pasando los 21, sólo suma más incógnitas. El chico transitará un camino de espinas para hacerse “hombre” de fútbol. “Pasó de todo...”, dice Agustín tras del 1-0 del sábado a Juventud Antoniana por la primera del endecagonal por el ascenso a la B Nacional. Agustín acaba de volver a ser una de las figuras del equipo, en estos partidos de papas ardiendo.

El momento bisagra. Hay que reconocerlo: hay un antes y un después de Díaz tras el paso de José María Bianco como DT albiazul. El Chaucha, una temporada y media atrás, lo puso de doble volante central. Hoy, imaginar al equipo sin Díaz entre los 11 titulares, es imposible. Talleres acaba de ganarle a Juventud Antoniana de Salta por 1-0 en un Kempes con cerca de 30 mil hinchas. Una locura. “La verdad que fue muy duro, lo estábamos padeciendo porque es un rival que plantea así los partidos. Creo que nos merecíamos un gol mucho antes”, expresa acerca del duro juego que pasó y agrega: “El equipo no tuvo fisuras, es lógico que el rival también juega y nos complicó mucho, por ahí nos metimos muy atrás, pero estaba complicado. Es lógico, por ahí algunos creen que tenemos que ganar holgadamente porque somos Talleres, pero no es así los otros también juegan”. Se ríe. Está relajado. Contento. Es un tipo muy simple a sus 24 años. Sin extravagancias. Agustín sabe que está caminando sobre brasas. “La experiencia” que algunos le suelen llamar. Ensayo y error. Díaz, vive otra instancia no sólo deportiva, también personal. A bancárselas a todas. “Ya he vivido esto con la gente, sé que van a seguir viniendo más si seguimos bien y ojalá que esto nos juegue a favor”, dice ya sin el asombro de los foráneos. Sabe cada vez más lo que es el Mundo Talleres.

Siente que la vida puede ser diferente después de los próximos nueve partidos: “Hay varias señales de este equipo que son distintas a los planteles anteriores y me está gustando eso. Hay que manejarlo con tranquilidad”. Los compañeros le tienen una fe ciega a Agustín. Él se tiene confianza. El DT también. Las de rendir, de sumar juego, de meter la pierna. De volver corriendo a cortar o de salir rápido a armar. “Me siento mucho más maduro, con más seguridad. Confío en lo que puedo llegar a hacer y quizás hoy si me equivoco la vuelvo a pedir. Antes por ahí no era tan así, costaba”. Vaya si lo sabe. Se comió todos aquellos murmullos que duelen, las dudas o cuestionamientos. Sobrevivir en el planeta albiazul, reinventarse y sostenerse en semejante ecosistema no es poco. “Seguramente siento que juego con la gente a mi favor, me encanta ahora el murmullo de los hinchas y que la gente siga así apoyándonos”, cierra. Hoy es el Díaz después. Agustín está dispuesto a todo.

El dato: en 2006. Agustín Díaz debutó en ese año en la B Nacional, con la dirección técnica de Roberto Oste. Jugó 6 partidos en esa categoría. Aún “resiste” en la T.