Conmovedor. Con el 1-0 a Antoniana, el hincha albiazul renovó la ilusión del ascenso y manifestó otra vez su amor que no entiende de categorías.

En la platea Willington, un hombre, solito mi alma, se refugia bien sobre un costado y enciende un cigarrillo. La soledad lo ayuda a sumergirse en sus memorias y el pucho a despejar las penas. A 10 bancos, quizás más, un anciano le cuenta a su nieto que no siempre todo fue como hoy. Que las penas se contaban con los dedos de las manos y que las alegrías se caían de los bolsillos. Que antes, su equipo discutía de igual a igual, y sin complejo de inferioridad, con los River, con los Boca y con quien se metiera en la conversación. El nene cierra los ojos y se entrega a la fantasía de sentirse parte de aquel mundo que el anciano le retrata con detalles que ningún LED podrá captar jamás.

Más acá, dos rubias agraciadas que mastican chicle casi con desdén y visten sendas remeritas apretadas, se confunden entre la multitud de grones que las desnudan con la mirada y las conquistan con la palabra. Tres gestos de desprecio son suficientes para que los muchachos se encojan de hombros y se enfoquen en su verdadero amor. En su primer amor. Ese que los llevó a ellos, y a las chicas, y al tipo del cigarrillo, y al abuelo con su nieto, y a tantos, pero tantos otros al Estadio Kempes, para ver si de una vez por todas la ilusión abandona su estado intangible y toma forma de realidad. Para ver si de una vez por todas, Talleres puede comenzar a salir del pozo ciego que es este maldito Torneo Argentino A. Es la feligresía albiazul la que, estoica, sigue sosteniendo, no sin cansancio, es verdad, el cartel de Matador, que ahora luce gastado por el tiempo y las miserias, pero que alguna vez brilló tanto que, dicen, llegó a iluminar el Estadio Azteca. Seguro que el viejito ya le contó esa historia mil veces al pibe, cuyos ojos permanecen cerrados.

Hoy están ahí. Como estuvieron ayer y como seguramente van a estar mañana. Y aunque el destino les venga cantando 33 en todas las manos, ellos, obtusos, seguirán cantando envido. No se achican. Saben que, tarde o temprano, les va a tocar una mano buena. Son el vivo reflejo del optimismo, a veces utópico, que sólo en el fútbol se hace ostensible. Son la más pura expresión de un amor que no entiende de categorías. Ayer, el Kempes volvió a ser el escenario de una genuina manifestación popular. Volvió a contener a un pueblo valiente que, lejos de callar, grita. Canta. Aplaude. Son los que viven por y para la T. Son los que seguirán sosteniendo el cartel. Son los que, pese a perder varias manos, siguen confiando en que las cartas buenas van a llegar. El triunfo 1-0 sobre Juventud Antoniana hace pensar que sí.


Campaña de local. En esa condición, jugó nueve partidos, ganó seis, empató dos y perdió uno. Marcó 14 goles y le hicieron 8.

Repudio a los cánticos. En un pasaje del partido, desde la popular se escucharon cánticos xenófobos que fueron repudiados por todo el estadio.

Quedó segundo. El Matador quedó segundo en la zona Norte con 32 puntos, seis menos que el líder Gimnasia y Tiro.