Desde aquella frase del capitán Juan Pablo Rezzónico luego del 2-4 ante Gimnasia y Tiro, pasó poco más de un mes. Cinco triunfos y una derrota le permitieron, de ahí en más, llegar al ansiado undecagonal

El mundo Talleres ya no tiene órbita lógica. Un ratito es ilusión, como cuando se inicia una temporada, ¿vio?. Luego sobreviene la frustración, el viaje a las internas y cuando parece que todas sus miserias serán eternas, surge la esperanza. Como esa misma que acaba de nacer con el 2-0 sobre Tiro Federal de Rosario, que determinaron los goles de Román Strada –ingresó por la lesión de Claudio Francés en el amanecer del partido– y Sebastián Sáez, un llanero. Esa misma expectativa que sostendrá su gente, que anoche llegó a ocupar 25 mil lugares, durante el undecagonal que promete el ascenso al que más sume.

Y si la órbita de Talleres es pendular, se debe a sus propios partidos. Como el de ayer en el Kempes. Un rato se va, después se pone 2-0 y promete golear; luego Strada, el que abrió el camino, se va expulsado por foules tontos. Carabajal se la lleva lejos y alguien después tira tacos, lujos improcedentes, en tiempos de controlar la ventaja.

Sin embargo, el sosiego llegó a tiempo. Y la imagen del final será la más fuerte que todas las otras. La de la clasificación increíble, lograda cuando hace poco menos de un mes, el equipo se encontraba en el piso. Y esa especie de pirámide de abrazos entre varios pibes. Carabajal, Leandro Requena, Nery Leyes, Agustín Díaz, Francés, Nicolás Trulls, Favio Alvarez; una, dos, tres…siete historias de jugadores propios que aparecerán en la foto del festejo que lleva mucho de la cantera. Varios pibes que debieron enmendar errores de otros y luchar contra postergaciones eternas.

Hasta hoy, que algo pudieron festejar y entregar un gran mensaje para administradores y técnicos que creen en ellos en la emergencia y les piden las respuestas que deben dar otros. En el menor tiempo posible.

“Esta fue una alegría enorme, para los chicos fue difícil”, afirmó el arquerito Requena, rescatado por Arnaldo Sialle y postergado desde siempre por sus antecesores. “Ahora tenemos 10 finales”, agregó “el Sacha” Sáez, un luchador que se afianza con sus conquistas.

“Fue increíble”, opinó Juan Pablo Rezzónico, el capitán. Hace poco más de un mes, un 2-4 ante Gimnasia y Tiro dejaba a todo los habitantes del mundo albiazul con la cara por el suelo y a pensar en la zona reválida como algo cercano.

“Dimos asco, nos faltan huevos”, explotó aquella vez Rezzónico. Y fue un disparador. Desde ahí, Talleres ganó cinco partidos y perdió solo una vez más. Del pesimismo total, a la esperanza. Así vive el Albiazul. Es el Mundo Talleres.