La T ganó a los 49 del ST 3-2 tras un partido durísimo. Racing, piñas con el árbitro y la policía. Bochornoso final

¿Cómo explicarlo en una nota? ¿Cómo decirlo en unos minutos? El final es escrito y dirigido por un director de cine norteamericano. Sangre, caos y un final heroico. Cómo contarlo. Cómo guionar una de estas películas que te dejan pensando que el Oscar no se les tiene que escapar.

Es Rosel Crowe en Gladiador. Es William Wallace en Corazón Valiente. Es Darío Herrera, el árbitro del partido, se va escoltado por la policía tras el 3-2 de Talleres sobre Racing. 8 azules de cascos, escudos y cachiporras, rodean a la terna arbitral que caminan como en la presentación de un juego electrónico medieval. Como si todo estuviera por empezar. Pero no, todo acaba de concluir. Todo se va a los caños, a los vestuarios, al epílogo de una batalla campal que empezó con un partido.

El inicio, la primera escena es de esas que decís: “No, esto no puede empezar así”. Pero sí, el penal para Talleres a los 6 segundos del partido le da un arranque épico al juego que se potencia con el 2-0 de un Sáez on fire. El pelado es el rey de la noche. Racing pierde un soldado por expulsión de un grosero Fernández. Justo cuando la Academia levantaba la puntería. Es que con el 2-1 de Wilchez, esa expulsión le quitó la vehemencia del juego a los de Coleoni.

El juez fue abultando amarillas y cultivando en los de Nueva Italia un acopio de quejas. Cuando en el ST, Talleres había desperdiciado todo, a Bianco le levantaban la cabeza ante la guillotina. “Andate Bianco” resonaba desde la Willington. Racing atacaba como podía. Talleres era un menú barato con mucho pan y sin mucha comida en su plato.

El juego volátil lo puso en jaque al Matador que fue eso a los 49 por obra de Ledesma, de manera increíble en un final infartante. Muchos fallos polémicos en el camino de un Herrera que se comía quejas (como cobrar un foul dudoso en el tiro libre que derivó en el 3-2 final). La batalla del Kempes se moría con su resultado, en el éxtasis de la gloria de los tres puntos para el maltratado hincha albiazul.

Y Racing pasaba de héroe a villano, hacinado en su esfuerzo e impotente en la derrota. Y tras el pitazo, comenzó el cierre poco feliz, atroz para los de Coleoni y campal cuerpo a cuerpo. Todos los jugadores, sacados, con los ojos llenos de esa furia que sólo el fútbol aflora se le fueron encima.

La Policía miraba de lejos y actuó cuando el propio Herrera era Sony Liston frente a Alí. Se suman las patadas a los manotazos y las varas de los banderines de sus asistentes como espadas ordinarias. La Policía disuadió y las trompadas no cesaron. Era un torbellino que terminaba en el vestuario mientras el juez estaba rodeado de escudos.

La furia había pasado. La locura del éxtasis del triunfo de Talleres. La locura de la impotencia total para Racing. El Hollywoodense final entregaba el cierre de una batalla que se dio cuerpo a cuerpo con la pelota. Con héroes impensados para una noche negra que se le venía a Bianco y que terminó siendo demasiado oscura para una Academia que protagonizó las escenas finales de una derrota cruel.