Los albiazules le ganaron 3-2 a los de Villa María y se metieron en el nonagonal por el ascenso a la B Nacional.

El grito de desahogo de todo Talleres con el gol del pibe Fabio Álvarez cuando faltaba nada para el final del partido fue el fiel reflejo de haberse sacado de encima todo el sufrimiento que se había apoderado de los albiazules al no poder resolver un partido por el que había hecho un poco más que Alumni para quedarse con la victoria.

Claro que antes de eso el equipo dirigido por Gustavo Coleoni debió pasar por todos los estados de ánimo que le generaron sus propias intermitencias futbolísticas, sus dudas para resolver los contratiempos que le plantea el rival y el desequilibrio que tiene en su estructura cuando ataca o se defiende.

Talleres tuvo toda la intención de tomar la iniciativa en el manejo de la pelota pero Alumni no lo dejó. Apenas se había jugado un par de minutos cuando Luciano De Bruno tocó para Carlos Herrera que con un remate bajo de izquierda la puso en el palo más lejano de Federico Crivelli.

Nadie entendía nada, pero a partir de ese momento comenzó lo mejor de Talleres. Desde la buena tarea de sus volantes, el Albiazul empezó a construir situaciones favorables hasta que llegó el golazo del empate, cuando Claudio Riaño recibió de Cristian Zárate y de espaldas al arco, de chilena, la metió por sobre la estirada de Jonathan Scalzo.

Alumni se limitó más que nada a aprovechar las imprecisiones que tenía Talleres al manejar la pelota y a partir del cansino pero prolijo juego de Luciano De Bruno y de la movilidad de Carlos Herrera se las arregló para mantener a la “T” con los ojos bien abiertos, pese a que en el primer tiempo Riaño se perdió el segundo, Zárate estrelló la pelota en el palo izquierdo de Scalzo y el arquero le sacó un cabezazo a Sacripanti.

En el segundo tiempo, Talleres mostró su cara más deslucida, porque cuando el local trataba de organizarse en ataque, su imprecisión en los metros decisivos lo sorprendían desprotegido en defensa y los nervios le impedían tener claridad.

Pero llegó aquel centro de Anívole que no pudo despejar la defensa albirroja para que de nuevo Nery Leyes se anotara en el festejo que duró muy poco porque cuando la cosa parecía resuelta a Federico Crivelli se le escurrió entre las manos un disparo lejano de Herrera y la historia quedó como al principio. Pero en el último suspiro, Álvarez la jugó primero con Anívole y después con Riaño para dibujar un festejo interminable.