Regresó a ser el que era. La “T” venció 1-0 a Desamparados y el domingo puede asegurar su pase al nonagonal. Cortó una racha de cuatro partidos sin ganar ni hacer goles. El tanto llegó como consecuencia del buen juego que volvió a lucir.

El Mundo Talleres está en paz. ¿Cuánto cotiza una victoria en un club signado por la urgencia de recuperar el sitial perdido y por la necesidad de ganarle al tiempo? El triunfo ante Desamparados de San Juan por 1-0 es como una medicina que permitió estabilizar a un equipo que había dejado de creer en sí mismo tras una racha de cuatro partidos sin ganar (tres derrotas y un empate) y sin anotar, algo que siempre había distinguido al equipo albiazul.

Todo eso llevó a perder la punta de la Zona 2 y ha despertar los fantasmas de un porvenir complicado para acceder al nonagonal que determinará un ascenso directo.

A ese grupo de nueve que otorgará el único ascenso directo a la B Nacional ya clasificó Sportivo Belgrano, que anoche ganó en Mendoza, y el domingo podrá ser el turno de Talleres si vence a Alumni en la Boutique de barrio Jardín.

El de anoche fue uno de esos triunfos que se gestaron desde una situación incómoda hacia la que el equipo viajó después de la expulsión de Ignacio González Barón en una jugada descalificadora (patada voladora a Santiago Ceballos).

Con uno menos, se sobrepuso a un Desamparados que había jugado mejor con la guía e impronta de Matías Garrido. Una reacción que comenzó con el esfuerzo de Gabriel Ruiz (metió y metió para despertar al más indolente), siguió con los cambios posicionales de Coleoni (Zárate de enganche y no de volante por derecha), en las salvadas de Federico Crivelli y que se cerró con el golazo de Nery Leyes, quien quedó solo tras un pase de cabeza de Riaño, otros de los que creyó siempre en que podría darse una noche feliz.

Y el gol, ese poder letal que tiene el equipo, llegó como consecuencia de una paradoja: jugar mejor, en inferioridad numérica, para poder convertir.

Y así quedó atrás una sequía que se había instalado desde el 2 de febrero, el día del último triunfo y del último grito. Aquel golazo de Emiliano Gianunzio (taco de Adrián Aranda) ante Deportivo Maipú en la vuelta a la Boutique, inició una sequía que se cortó a los 463 minutos con el tanto de Leyes.

Así volvió al pasado, a ganar por presencia y por su cantidad de variantes. Porque ayer el equipo levantó en ataque, una vez que Coleoni lo ordenó.

Así volvió la calma. Para los jugadores a quienes les había asaltado la duda sobre la capacidad. A esos mismos que llevaron al equipo a ser el candidato, siendo el más goleador del Argentino A, con un promedio de dos goles por juego. Épocas en las que Talleres podía jugar mal y te ganaba; y si lo hacía bien, te goleaba.

Hubo alivio para la gente que terminó ovacionando a Gabriel Ruiz y a Crivelli. También para los administradores cuyas posturas también se confundieron en los días posteriores a la elección del entrenador que sucedió a Arzubialde.

El Mundo Talleres está en paz. Es hora de disfrutar para sus habitantes. Una final quedó en casa. El domingo se vendrá Alumni de Villa María (será a las 19 por Canal 10); luego, el viaje a Mendoza para enfrentar a Maipú y el cierre con Juventud Unida de San Luis.

Silvestre y el pago. El juez de la quiebra estuvo en la cancha y dejó algunas definiciones de la marcha del proceso a Mundo D. “Entre mañana (por hoy) y pasado (mañana) estará listo un nuevo pago a los acreedores. La deuda es de 16 millones de pesos. Vamos bien y bajará aún más”, dijo Silvestre.

Dutari se mostró. El flamante refuerzo albiazul jugó el preliminar. Debutaría el domingo ante Alumni.

Multa por el clásico. Hoy se conocería el fallo de los incidentes en el último clásico en el Miguel Sancho. El descargo albiazul deslizaría que los hinchas académicos ingresaron a la cancha y golpearon a los jugadores de la “T” con la venia de la directiva local, por lo que se reclama un fallo ejemplar. En tanto, Racing consignó los daños causados por los hinchas albiazules en la popular visitante.