Lo salvó Crivelli. Juventud Unida le creó casi nada, pero sobre el cierre, una pelota de sobrepique pudo ser catástrofe. Mejoró el ánimo.

El fútbol es esa estantería que puede caerse de golpe, sin mediar ningún tipo de advertencia. Y tiene esa ambivalencia de que un susurro del destino puede modificar de manera abrupta todo un escenario.

Ayer, algo de eso podría haber pasado, sin embargo un par de manos bastaron para que la tragedia albiazul se tornara en una racha inaguantable de cuatro caídas al hilo. El punto de inflexión logrado en San Luis, le dio un peso específico al estado de ánimo de los jugadores, una dosis exacta de confianza en las venas abiertas de un Talleres que transitaba bajo un cielo diáfano, devenido ahora en tormenta perfecta.

Ese par de manos fueron las de Federico Crivelli, acaso uno de los refuerzos que han mostrado una sostenida regularidad y que, por ser arquero, vive en esa soledad propia del puesto. Porque ser arquero es coquetear con el cielo o rozar con las puntas de los pies el fuego del infierno.

Es la ingratitud presente y es la benevolencia de la transformación heroica. Crivelli tuvo ayer la llave del cofre para guardar el empate, que se caía en los últimos minutos.

“Fue una pelota que abrieron hacia afuera y en el desborde del rival sacó un centro en diagonal hacia atrás. Yo vi que venía un rival sólo y conectó (de sobrepique) al segundo palo. Me la jugué hice dos pasos, pegué el manotazo y la saqué en la línea”, contó el 1 de la T a Día a Día.

Quien había tenido el triunfo en sus pies era el delantero de Juventud Unida Wilson Albarracín. Por eso, la T se trajo un empate que cortó la mala seguidilla de tres caídas seguidas. Pero con el punto conseguido en tierras puntanas, Crivelli fue más allá, sabiendo que vestir la camiseta de Talleres tiene un peso extra, y más por el contexto en el que se encuentra.

“Talleres es blanco o negro, no hay grises. Si perdíamos, si se nos escapaba el empate por una última pelota, seguro que hoy se estaría hablando de otras cosas, de que el equipo no atacó o lo que sea”, expresó con total sinceridad.

No fue fácil para el equipo asimilar la situación de ser protagonistas del torneo y que todo se fuera cayendo a pedazos. El del sábado a la tarde es un aliciente de cara al miércoles, cuando Talleres reciba, a las 21, a Desamparados de San Juan en el estadio de barrio Jardín.

“Por ahí veníamos mal en los últimos partidos y en otras circunstancias, quizás a este partido lo hubiésemos perdido. Pero no se valora que el equipo haya estado puntero tantas fechas y es entendible. Uno sabía que se corrían estos riesgos. Tenemos que estar preparados para revertir esta situación”, puntualizó el golero.

También rescató mejoras en defensa y en la actitud en general: “Se cambió un poco la actitud y tratamos de presionar de mitad de cancha hacia adelante y hubo signos de recuperación. Creo que estamos bien parados en el fondo y nos faltó un poco más de precisión, estar más finos, en los últimos metros”.

Después de todo lo vivido la semana anterior, Crivelli también se dio un tiempo para reflexionar de cómo transcurrieron sus días con todos los movimientos internos que hubo.

“El Sapito (Coleoni) es un técnico motivador, le gusta ir a atacar y jugar de tres cuartos hacia adelante. Por ahí nos dio una inyección anímica como para jugar mejor de visitante. Creo que consiguió que estemos más sólidos”, finalizó.