La T sigue ganando y juega mejor. El Matador sumó otro triunfazo. Hinchas, dirigentes, jugadores y DT felices. Pero Arzubialde se lo toma con calma, aunque dispara: “Quiero ir a Racing y ganar”.

No es un virus pero se mete. Viaja a velocidad por el aire, se inserta en las venas y toma estado líquido que activa los sentidos. Talleres es un mundo de contagios. No hay inmunidad ni en las buenas ni en las malas. Por eso es calcular esa alineación de los astros que determinan la transmisión desde el vestuario, la traslación hacia el campo de juego y el rebote a sus costados para luego volver otra vez y comenzar ese proceso una vez más. En las malas también sucede y en el fútbol la química adquiere su sentido lógico entre la miseria y la abundancia. O las famosas leyes metafísicas. Esas que hacen que una cosa pase por una acción abstracta.

Pero este Talleres no es abstracción. Es algo concreto. Se sabe que la obra en demolición está en etapa reconstructiva, que para llegar a los detalles del final también queda un espacio sinuoso hacia el cierre.

El orden institucional, en su era más crucial, de la T se recoge en frutos con los resultados. Pero se sabe que ellos determinan una buena parte del estado general de todos. Y con la gran victoria de ayer sobre Deportivo Maipú de Mendoza, todos prefirieron refugiarse en la humildad sin que ella sea falsa porque, se sabe, el trecho es longitudinalmente extenso.

Su entrenador Héctor Arzubialde reparte de las dos. De las buenas y de las malas. No olvida los silbidos y las críticas de los primeros partidos. Y permite no marearse con cuatro victorias consecutivas. Las estadísticas realzan su figura ya que hace una década no se consigue algo así. Y no es un hecho menor. Pero en el Mundo Talleres la felicidad plena de ayer es mucho más que una casualidad numérica. Hay un sentido que comienza a aflorar, que debe ser abonado con esfuerzo. El DT parece que contagia a sus muchachos. Los jugadores empiezan a entender eso que hay que hacer. La gente se contagia con el equipo porque muestra una buena cuota de fútbol y se lo devuelve con afecto. No es mucho pedir o, es lo que tiene que pasar de una buena vez. ¿Más razones? No muchas más, sólo sembrar en la intimidad.

Germinar las semillas puertas adentro. “Estamos creciendo, esto recién empieza y los triunfos traen confianza y traen buen clima de trabajo. Siempre hablo de lo que se está gestando dentro del vestuario. Yo le doy mucha importancia a eso y para mí es lo más importante”, dice Arzubialde, reafirmando sus palabras con ojos saltones. Por eso la gente se fue tan feliz ayer y los jugadores se van dando cuenta de qué se trata. El trabajo “invisible” del DT da esos resultados más que positivos. ¿Cómo hay que hacer para convencer a un jugador que no juega, que va a tener su momento? El fútbol, seguramente, puede ser una tesis doctoral en psicología.

“El perfil que quiero que Talleres tenga es el de tener una sintonía de esfuerzo permanente. De la mano de buena gente, de buen fútbol , de protagonismo pero sobre todo de humildad. Si no la tenemos se nos va a hacer difícil salir de esta categoría”, refuerza el técnico que no resulta ser Freud, sino apenas un acopiador de resultados. Lo matemático no es todo para el DT, aunque sabe que es una raíz más que fundamental, elemental. ¿Cómo fluctuar entre una cosa u otra?

“Trato de que prevalezca el grupo sobre las individualidades. La idea es tener un equipo equilibrado y que no dependa de sus individualidades. Las individualidades te pueden hacer ganar un partido, pero tener un buen equipo y un andamiaje colectivo que no se resienta, juegue quien juegue, eso garantiza triunfos”, profundiza.

Hay un contagio masivo en barrio Jardín. Eso hace redoblar las apuestas y Arzubialde no se queda atrás: “Yo quiero jugar en cancha de Racing de Córdoba, en en Alumni, quiero jugar en todas esas canchas. Quiero ir y ganar. Ahí vamos a terminar de fortalecernos. Y quiero ir a la cancha de Racing”.