Eso fue lo que sintió el defensor de la T que le dio el triunfo y la Copa de Invierno al club. "Nunca perdí la confianza", dijo el Negro.

Sonríe blancamente. Mira con timidez. "Pensar que si te lo encontrás de noche, salís disparando", bromeó uno de sus compañeros un día. Pero Ricardo Marín, el Negro, encierra en su persona a un chico un tanto introvertido que apenas aspira a jugar bien a la pelota. Parece un reo con cara de malo, pero devuelve preguntas e indicaciones con gestos nobles, amistosos, respetuosos.

Está en el fútbol hace rato y ya metió su segunda temporada seguida en Talleres. Pasó por General Paz Juniors y tuvo la chance de ser uno de los referentes del Albo en su momento. Allí cosechó parte de su experiencia y hoy, a los 25 años, espera sacarse las dudas de los otros porque él dice que no deja de confiar en sus condiciones. "Yo sé que puedo rendirle al entrenador en ese puesto que no es mi lugar habitual", expresa ante Día a Día con un dejo de fe.

Marín acaba de vivir uno de los mejores momentos de su carrera en Talleres, ya que fue el autor del gol de la noche del viernes ante Racing y le dio al Albiazul la Copa de Invierno, pensando en lo que se viene, un duro Argentino A.

"Yo quiero andar bien desde el 22. Que cuando nos toque jugar por los puntos lo hagamos bien", recalca Marín, sonriente, en un vestuario donde se denota el cansancio físico por la pretemporada y por 90 minutos intensos.

Un desahogo, un alegrón. Un jugadón de Fabio Pieters, con dos enganches seguidos dejó al Negro en el vértice del área tras subir escalonado. El 3 vio el segundo palo libre y disparó cruzado. Un golazo. Un desahogo. Su último grito había sido un año y nueve meses atrás con la camiseta de General Paz Juniors ante Policial de Catamarca. Esta vez, con otro rodaje y con la necesidad de revalidar sus condiciones, Marín siente que puede mejorar su nivel.

"Sé que la gente por ahí no veía un buen rendimiento mío, o irregular. Uno no perdió la fe desde que juega acá. La verdad que hicimos algunos cambios para el segundo tiempo y pudimos ganarlo. Me alegra que se haya dejado todo a pesar de que estamos en medio de una pretemporada, haciendo un trabajo que es muy duro", dice aún sonriente.

"El gol significó para mí un desahogo más que una revancha. Me disfracé de delantero, Pieters me ayudó con su jugada. Me siento contento por ser hincha de Talleres. Nunca perdí la fe y se dio ahora en el clásico. Siempre trato de hacer las cosas de la mejor manera, pero uno piensa en el comienzo del campeonato más allá de esta alegría. Yo quiero hacer las cosas bien y pensar en el ascenso", agrega.

El puesto, un tema. Sus entrenadores anteriores como Saporiti o Rebottaro lo utilizaron la mayoría de las veces como un lateral izquierdo, pero él es central. Sin embargo acudió a los pedidos de los director técnico, al igual que el de Arzubialde.

"Yo creo que lo puedo hacer bien. Me cuesta y siento que a veces me acelero mucho. Por ahí busco el momento adecuado para pasar al ataque", explica.

Como todo jugador hincha del club en el que le toca actuar, el Negro sintió que la felicidad tenía un plus extra, una dosis justa para su exceso de alegría. Marín tiene barrio, se crió en Patricios. Tiene un hermano y dos hermanas, de familia laburadora.

"Uno es hincha de Talleres y eso es una alegría extra. Mi familia debe estar muy contenta por el gol que me tocó anotar", dice plenamente feliz, antes de subirse al colectivo camino a la concentración. Fue una noche especial para él, con felicidad, con desahogo.