Central Córdoba le ganó 2 a 0 a Talleres, con dos goles de penal. Hubo serios incidentes con los hinchas de la “T”. Igual sigue puntero.

Para Talleres, fue un domingo para el olvido. Y habrá que convenir que la derrota, 0-2 ante Central Córdoba, terminó siendo lo de menos.

Santiago del Estero recibió a la “T” con un clima pesado, y no sólo por el calor y la humedad. Desde temprano, había un aire hostil en el ambiente, casi de vendetta, seguramente por aquella bandera que les habían robado a los hinchas “ferroviarios” en el Chateau y los incidentes posteriores que derivaron en el impedimento para los cordobeses de concurrir a estas tierras en el pasado Torneo Apertura del Argentino A.

Esta vez, los santiagueños no quisieron perderse al fenómeno Talleres, líder de la Zona 2 y también en las boleterías, y levantaron la veda a cambio de un aparatoso operativo de seguridad. Fueron los 300 uniformados dispuestos para la ocasión. Con la mejor cara de pocos amigos que ameritaba la ocasión y con todo el “cotillón” necesario para neutralizar cualquier episodio que pudiera empañar lo que debió ser sólo, y apenas, un partido de fútbol.

Los problemas comenzaron en El Zanjón, a 10 kilómetros de la capital provincial, cuando las requisas obligaron a los hinchas cordobeses a dejar banderas y otras pertenencias en el camino para poder llegar a destino.

Muchos testimonios de parciales albiazules dieron cuenta de maltrato y hasta de sustracción de pertenencias, como camisetas, billeteras o celulares, por parte de la fuerza policial.

En el Parque Oeste, el lugar elegido para concentrar a todos los simpatizantes visitantes, también fue testigo del exceso de los uniformados.

Cuando los relojes marcaban las 19.30, hora de inicio del partido, el árbitro David Bresler debió esperar que volviera la calma en la tribuna visitante, que ya tenía casi mil habitantes.

Las recriminaciones a la Policía y todo lo que siguió después –los intentos por romper el alambrado, la represión con palos y golpes y un par de detenciones– le dieron forma a otro capítulo de esta historia de desencuentros. “Métanles balas”, gritaban algunos plateístas, avalando el accionar desmedido de las fuerzas de seguridad.

Los malos antecedentes inmediatos y la anunciada presencia en la cancha del gobernador Gerardo Zamora, que finalmente no se concretó, fueron un “combo” que la Policía no pudo ni supo digerir jamás.

Cuando al fin arrancó el partido, empezaron en las plateas las incesantes gestiones de los integrantes de la Fundación Azul y Blanco con los dirigentes de Central Córdoba y también con la cúpula policial.

La devolución de las banderas y el ingreso de otros 500 hinchas que estaban retenidos en los accesos al estadio fueron la prioridad. En el medio de las discusiones, hubo otra “perlita”: el juego se interrumpió 5 minutos porque desde la popular local cayó una especie de lanza de hierro en dirección al arquero albiazul Matías Giordano.

La calma reinó en las gradas en el entretiempo. Donde hubo más movimiento fue en el sector de los palcos, donde se produjo una “cumbre” entre Ernesto Salum, cara visible del grupo de apoyo al fideicomiso, y popes del Ferroviario.

“Les tienen que devolver las cosas a la gente, porque sino esto va a ser de ida y vuelta”, reclamó Mario Bevilacqua, el máximo goleador de Talleres en la AFA, que estaba en Santiago del Estero visitando a su madre y fue a presenciar el partido.

Del concurrido cónclave también participó legisladora provincial Gladis Nieto (Unión por Córdoba), quien apareció en escena acompañada por un integrante de la barra La Fiel.

Al final hubo “humo blanco” y el jefe del operativo, el comisario Osvaldo Salvatierra, autorizó la devolución de los “trapos” retenidos por expresa orden del gobernador provincial.

Un intento de denuncia de la Fundación Azul y Blanco fue desestimado en sede policial. El domingo para el olvido de los albiazules había dejado el sabor amargo de un traspié inesperado, pero sobre todo un sentimiento de impotencia y desazón.