El presidente de la Fundación Azul y Blanco, Ernesto Salum, sigue posicionado para ser la cara representativa de los socios ante cualquier escenario, llámese “los Notables”, Fundación o Comité Asesor. Nadie puede negarle su capacidad de negociar y su “cintura” para evadir situaciones dinámicas.

La pasión y obsesión de Salum por Talleres y su sueño de ser el conductor supera todos los límite imaginables. En 2006, denunció penalmente al ex juez de la quiebra Carlos Tale y después se amigó. Cuestionó duramente al ex gerenciador Carlos Granero, aunque con el tiempo hubo reconciliación (incluso con algunos negocios empresariales de por medio). Después su verborragia encontró el centro en el nuevo magistrado de la causa Saúl Silvestre, pero logró acomodarse nuevamente, con la intervención de un intermediario: el gerenciador de Belgrano, Armando Pérez. Mucho se habló de una reunión entre Pérez, Salum y Silvestre días atrás en un hotel céntrico, pero la versión fue desmentida por los propios protagonistas. “Pérez es mi amigo desde hace 25 años, y hace tres meses que no lo veo. Todo es mentira, de gente que tiene intereses en esto”, se defendió Salum. Asimismo, de haber existido, el antecedente del viaje a México de Tale, que le costó a ese juez su apartamiento de la causa y hasta está latente su destitución por mal desempeño, se emparenta con la presunta reunión con Silvestre en ese hotel. Igual, hoy por hoy, dejando de lado a las autoridades judiciales, Salum es el hombre más fuerte y más influyente de los que pregonan la vida societaria de Talleres. Y de eso hay muestras de sobra. “No tengo apetencias de gobierno, pero no podemos dejar solo a Talleres”, repite una y otra vez Salum. Y tiene cada vez más adeptos, quizá unidos ante el repudio sobre la posibilidad de que Carlos Ahumada retome el gerenciamiento.