Cuando Federico Lussenhoff convirtió el gol que abrió el triunfo albiazul, a los 6 minutos del segundo tiempo, los casi 20 mil hinchas albiazules que concurrieron ayer al Chateau respiraron aliviados.

Que un jugador de 36 años y veterano de grandes batallas tuviera que cruzar la cancha de arco a arco para internarse en el área rival y definir casi como un delantero la jugada que se armó desde un córner a favor, confirma que el primer tiempo de Talleres lejos estuvo de ser bueno.

Planteo inteligente. Alumni le opuso a la "T" dos líneas de cuatro muy juntas, redujo a la nada los espacios en el medio y se plantó para herir de contra. Y con la velocidad de Strada, un correcaminos cuando pone la quinta, y la inquietante presencia de Bueno, le bastó para complicar a una zaga a la que le costaba hacer pie.

Fue el tiempo en el que a Agustín Díaz le costó demasiado entrar en contacto con el balón y cuando lo hizo, demasiado engolosinado, terminó por dividirlo. Así, Talleres se inclinó por sobrecargar de trabajo a Anívole por la izquierda y apostando sus fichas a la pelota parada, la vía por la que logró inquietar a Ronco.

Una expulsión determinante. La expulsión de Godoy al final del período fue un aliciente impensado para Talleres, que encaró el segundo tiempo con otra actitud. El local recuperó el control de la pelota, cambió el eje de su ataque recostándolo más a la derecha y dejó de sobrecargar en el ida y vuelta a Anívole. El ingreso del pibe Sebastián Navarro fue determinante, ya que controló las subidas de Matías Bolatti y de Román Strada, y trabajó muy bien a espaldas de Reano.

Colorado el "2". El tanto de Lussenhoff fue un premio a la decisión con la que Talleres afrontó el complemento. El equipo de Saporiti entendió que era su momento y que lo debía aprovechar, por lo que el espíritu grupal jugó su propio partido.

Giordano gigante. Paradójicamente, después del gol del "Colorado" y como producto del amor propio y la vergüenza deportiva de Alumni, Talleres comenzó a perder el control de la pelota y sufrió. Tanto como para que Giordano comenzara a erigirse en figura, sacando todo lo que le tiraron, que fue mucho, por arriba y por abajo. No se le pudo computar un solo error y fue el responsable de que la visita no igualara, cuando le atajó el penal a Caler, a los 34 minutos del complemento, una circunstancia decisiva que antecedió el gol del triunfo final de Solferino.