Tener variantes de juego para lastimar al contrario es un valor que todos los entrenadores se preocupan en agregarle a sus formaciones, y está bien que sea así. Pero cuando un equipo tiene delanteros con peso específico, y es el caso de Talleres, hasta el partido más bravo puede simplificarse en un segundo. Algo de eso pasó ayer en barrio Jardín. Cobelli (devenido media punta con oficio) y Salmerón (un laburante del área con "instinto asesino"), fueron la llave del triunfo anoche ante Quilmes. Las pelearon a todas y no perdonaron cuando tuvieron enfrente a Pontiroli. Entre los dos marcaron 17 de los 30 tantos de la "T" en el presente campeonato, y ese dato los confirma como pilares del equipo.

Un equipo más lógico. Si Talleres hizo diferencias adelante también fue porque el resto ayudó a los goleadores. Wilchez, a quien muchos tildan de discontinuo (¿qué armador de juego no lo es?), fue clave en la creación. Y el medio campo, que Humberto Grondona armó por primera vez con un "5" en serio (Galarraga), mostró un funcionamiento más equilibrado, más allá de los crónicos problemas que Buffarini y Azcurra tienen a la hora de atacar. El volante central fue otro de los puntos altos de Talleres y su ausencia, en la última media hora de juego, se notó bastante. Atrás, el equipo también fue más lógico y eficiente: Lussenhoff sobrando, Stang y Céliz haciendo persecución y Esquivel sobre un lateral.

Pegó justo. Talleres cambió la pálida imagen que mostró la semana pasada en Tucumán. Mostró un mejor ordenamiento, una actitud más decidida (la que acostumbra en la Boutique) y una gran contundencia. Cuando resignó la pelota y el terreno, y Quilmes se le fue encima, aguantó y luego acertó en su primer arribo ofensivo para liquidar el pleito. Resolvió fácil un partido que pintaba complicado.