En la capacidad que tuvo para imponerse en el área rival, a pura potencia, y el aplomo con el que aguantó el resultado más cerca de la propia, se explica el triunfo de Talleres en Bahía Blanca. No es poca cosa para un equipo en formación (aunque ayer dio muestras de que no está tan lejos de graduarse), que necesita de resultados para acrecentar la confianza.

Toda la artillería. Aunque suele decirse que los equipos se arman de atrás para adelante, la "T" le encontró la vuelta al partido a partir de Salmerón y Cobelli. No se trata de una dupla que gana por movilidad, sino por el desgaste que pueden provocar en la defensa rival, de tanto ir a buscar cada centro que llegue al área, con actitud y potencia. Ayer, en cuatro arribos a la valla de Olimpo, ya habían facturado dos veces.

Por afuera. Aunque a Zermattén le alcance con su pegada y con jugarla al pie para marcar alguna diferencia, el crecimiento de Buffarini y Quiroga por las bandas fue significativo. Es cierto: tanto vértigo no puede estar exento de algunas imprecisiones, pero esa incansable voluntad de ir al frente, sin descuidar la responsabilidad de marca, resultó clave para evitar que los bahienses soltaran a sus laterales con vocación ofensiva.

Sin complicaciones. Los cuatro del fondo trataron de no complicarse y lo lograron. Galíndez le ganó casi siempre a Cervera y Stang fue un obstáculo insalvable para la habilidad de Olivi.